COMPENDIO HISTÓRICO DE SAN JACINTO
A continuación se “copia textualmente” documentos con datos del municipio de San Jacinto –no todos los datos son verídicos- pues muchos han cambiado, pero se ha respetado lo escrito por el autor en cada caso.
COMPENDIO HISTÓRICO DE
SAN JACINTO
En
la compilación crítica hecha por Francis
Gall, editada –en 1980- por el Instituto Geográfico Nacional (IGN) responsable del DICCIONARIO GEOGRAFICO DE GUATEMALA, páginas
de la 302 a la 304, del TOMO III, del municipio de San Jacinto se halla lo
siguiente:
“SAN
JACINTO. Municipio del departamento de Chiquimula. Municipalidad de 3ra. Categoría. Área aproximada 60 Kms2. Nombre
geográfico oficial: San Jacinto. Colinda al norte con Chiquimula y San
Juan Ermita; al este con San Juan Ermita
y Olopa; al
Sur con Olopa y
Quezaltepeque; al oeste con Ipala, San José La Arada y Chiquimula.
Por
la carretera CA-10 o ruta nacional 20, del lado este de la cabecera
departamental de Chiquimula, al sur unos 16 km. A la cabecera San Jacinto. Escuela a 490 metros snm, latitud 14º 40’35”,
longitud 80º30’08”. Tiene caminos,
roderas y veredas que unen a su poblado y propiedades rurales entre sí y con
los municipios vecinos.
No
puede precisarse por ahora la fecha en que se erigió el poblado San Jacinto, ni
por ende su primigenia
municipalidad. Por documentos que
existen en el Archivo General de Centro América se sabe que hacia los últimos
20 años del siglo XVI la mayoría de las tierras pertenecían la corona o sea que
se conocían como realengas dentro del entonces Corregimiento de
Chiquimula. Los aborígenes (en su
mayoría de raza y lengua chortí que
vivían en el actual Quezaltepeque
(denominado en el período hispánico San Francisco Quezaltepeque), se dedicaban
a labrar sus tierras conforme consideraban que el suelo se empobrecía iban
tomando posesión de tierras más lejanas
de donde moraban.
Se
supone que hacia la última década del siglo XVI o hacia fines de la primera del
siglo siguiente los indígenas o indios ocuparon para sus sementeras tierras que
estaban en la zona que denominaban
Chiotapat, donde erigieron una ermita en advocación de San Jacinto, nombre
que después tomó el poblado y luego el actual municipio. También con base en la documentación que
existe en el citado Archivo se sabe que por los primeros años del siglo XVII el
Indio Gobernador de Chiquimula llamado don Esteban del Águila mandó pastar su ganado mayor a Chiotapat o San Jacinto,
invadiendo así esas tierras. Los indios
se quejaron a la Real Audiencia, que en auto del 13 de julio de 1610 les confirmó
la posesión que habían realizado mientras resolvía lo procedente.
Si
bien el poblado de San Jacinto en su mayoría era de indígenas, puede suponerse
que personas españolas vivían en el mismo o bien en sus cercanías en las
estancias de ganado que poseían. Existe
documentación en el sentido que si bien años más tarde, promediando el siglo
XVIII, vecinos de San Jacinto, solicitaron al entonces Juzgado Privadito de
Tierras la mediación de ellas, esto se realizó hasta por el año de 1777 cuando se adjudicaron a San Jacinto las
tierras que habían resultado excedentes de los Indígenas de Chiquimula con poco
más de 41 caballerías (NOTA: Entre los años 1571 y 1598, una caballería equivalía
a 1.400 X 700 pasos = 980,000 varas cuadradas.
Hasta el año 1828, la vara cuadrada equivalía a 0.6987 centiáreas. En las medidas agrarias antiguas se ha
computado la vara castellana, o sea unidad de medida de longitud, de 0.83590575
metros. A partir del 17 de febrero de 1925 se computa la vara española de
0.835906 metros. Francis Gall).
Conforme
a la documentación archivística consultada, por ejemplo ya por los inicios de
la segunda década del siglo XVIII de acuerdo a los documentos de tributación,
ya se consideraba a San Jacinto como poblado separado del de Quezaltepeque en
lo civil.
Si
bien por ahora no puede indicarse cuando se instauró la primera municipalidad
(que se supone haber sido indígena), se sabe que por la época de la
independencia en 1821 el ayuntamiento de San Jacinto, era Constitucional, así
como que de la Recopilación de Leyes de Pineda Montt se desprende que cuando en
1836 la Asamblea Legislativa decretó los juicios por Jurados, el pueblo de San
Jacinto forma parte del Distrito de Chiquimula y al decretarse por la Asamblea
Constituyente en 1839, entre los pueblos pertenecientes al departamento de
Chiquimula se mencionó al de San Jacinto, que en esa época contaba con más de
un millar de habitantes.
La Municipalidad de San Jacinto se
suprimió conforme al acuerdo gubernativo del 12 de diciembre de 1883: “Considerando
que la Municipalidad del pueblo de San Jacinto solicitó su supresión apoyándose
en razones atendibles, el General Presidente con visa del informe que emitió la
Jefatura de Chiquimula y de conformidad con lo pedido por el Ministerio
Público, acuerda que se suprima dicha corporación, debiendo el Jefe Político de
aquel Departamento, proceder con arreglo a lo dispuesto en el decreto de fecha
25 de agosto próximo anterior.- Comuníquese.”
Volvió a restablecerse al tenor del acuerdo gubernativo del 22 de julio
de 1886: “Traída a la vista la solicitud de los vecinos de San Jacinto,
relativo a que se restablezca la municipalidad de dicho pueblo, que fue
suprimida por acuerdo del 12 de diciembre de 1883. (NOTA: En la publicación
–Recopilación de Leyes- aparece el año de 2-1885 Francis Gall); y considerando
que, según informa el Jefe Político de ese departamento, no se han conseguido
los objetivos que se tuvieron en mira al
dictar aquella disposición, el Presidente de la República, de conformidad con
lo pedido por el abogado consultor, acuerda: acceder a la solicitud
mencionada.- Comuníquese.”
Al realizar en 1769 el arzobispo
doctor don Pedro Cortez y Larraz visita pastoral a la parroquia de
Quezaltepeque, anotó que el pueblo de San Jacinto era anexo de la cabecera del Curato (DE
QUEZALTEPEQUE). Distaba 7 leguas (28 kilómetros) y contaba 250 familias con
1945 habitantes: “Los frutos de este territorio pueden ser todos y muy
abundantes, por ser muy útil para maíz, caña, trigo, ganados y tintas, si se cultivaran.
La gente anda muy desnuda… el idioma materno es el chortì, pero todos entienden
y hablan el castellano.
Jhon
Lloyd Stephens estuvo en el país en 1838 y 1839. Procedente de Quezaltepeque
anotó: “A las tres de la tarde divisamos el villorio de San Jacinto. Del lado
opuesto había una hermosa Altiplanicie, con montañas elevándose a lo lejos y
cubiertas hasta la cúspide de majestuosos pinos. Allí no había cultivos, y toda
la región estaba en su primitiva rusticidad. A las cinco de la tarde cruzamos la
corriente y entramos al poblado de San Jacinto. Este se componía de una
colección de chozas, algunas construidas con palos y otras repelladas con lodo.
La iglesia era de la misma sencilla construcción. A cada lado había una
enramada techada con hojas de maíz, y en las esquinas estaban los campanarios
con tres campanas cada uno. Al frente se elevaban dos gigantescas ceibas, cuyas
raíces se alargaban al nivel de la tierra más de cien pies, y las ramas se
extendían a igual distancia”.
Al
distribuirse los pueblos del estado para la administración de justicia del
sistema de jurados, como aparece en el decreto del 27 agosto 1836 citado por Pineda
Mont en su recopilación de leyes, formó parte del circuito de Chiquimula. Como
San Jacinto, circulo Quezaltepeque, 30º Distrito, figura en la tabla para
elección de diputados de asamblea constituyente, al tenor del decreto 225 del 9
noviembre 1878. En la actualidad forma parte del noveno distrito electoral.
Por
acuerdo gubernamental del 12 de
diciembre 1939 se procedió al parcelamiento y adjudicación de lotes del terreno
San Nicolás, ahora caserío de la aldea santa cruz. El acuerdo del 28 mayo 1943
dispuso permutas dos parcelas de ese terreno.
La
oficina telegráfica se estableció conforme acuerdo gubernativo del 19 de abril 19913. La postal
fue establecida de 3er. Orden por acuerdo gubernativo del 14 de enero 1896
mientras que el del 4 de junio 1949 abrió al servicio publico oficina de
correos y telecomunicaciones de 3ª categoría, oficina postal y telegráfica de
dirección general de correos y telégrafos.
El
acuerdo gubernativo del 14 de junio 1921
dispuso suministrar fondos para construcción del mercado. El reglamento para
servicio de alcantarillado fue aprobado en punto 2, acta 1 de la sesión
municipal de 6 de enero de 1972, publicada en el diario oficial el 1º de
febrero 1972.
El
15 agosto de ese año se inauguró la obra, que requirió excavaciones de 2239 m3
y el relleno de las zanjas con longitud de 1084 mts. Lineales, construcción de
23 pozos de visita, 27 conexiones domiciliares, pozos de luz, así como mampostería para la descarga del rio
San Jacinto.
El
reglamento del servicio de agua potable fue aprobado por la municipalidad en
punto 2, acta 6 de la sesión del 6 de enero 1969, publicada en el diario oficial
el 29 de ese mes.
En
la cabecera funciona un puesto de salud. El servicio de energía eléctrica es
del sistema regional oriental, distrito Chiquimula, del Instituto Nacional de
Electrificación (INDE).
Según
figura en lo publicado en ocasión del censo practicado el 31 octubre 1880: “San Jacinto, pueblo
del departamento de Chiquimula, dista de la cabecera 2 leguas; 2885 habitantes.
Esta población está situada sobre el camino que conduce a Quezaltepeque, a la
margen derecha del rio Shutaque. Además, hay en la jurisdicción los arroyos San
Nicolás, Escalón, Chandia y los Pastores, el último de los cuales tiene una
cascada. Hay dos pequeños lagos a orillas del camino que conduce a Ipala, en el
lugar llamado La Laguna. La casa capitular que tiene anexos un salón para la
comandancia uno para la escuela de niños y dos cárceles; otro edificio para la escuela de niñas, una
iglesia del culto católico y una casa nacional, son los únicos edificios
notables”. El total de habitantes se supone ser del municipio.
“Los
terrenos ejidales de San Jacinto comprenden 41 caballerías, habiendo de
propiedades particular los sitios denominados San Nicolás, Dolores, Santa Cruz,
Laguna y Zapote además de otro que está en litigio y poseído en la actualidad
por los indios. Las costumbres de estos forman un verdadero contraste con los
habitantes con los otros pueblos: Los de San Jacinto son ignorantes y
renuentes. Para concurrir a los establecimientos de instrucción, hablan su
idioma primitivo visten un calzón de manta y una larga camisa de jerga. De
cuyas piezas no se despojan hasta que la necesidad los obliga a sustituirlos
por otros nuevos. Son poco industriosos y su agricultura es insignificante,
debido en parte a que sus terrenos son pocos y de mala calidad. Hay en San
Jacinto una fiesta, el día 8 de febrero
en que se verifica un mercado activo de efectos ultramarinos, de tejidos del
país de lana y algodón, jarcia, petates, frutas, piedras de moler, sal, y agua
ardiente. Existe un correo semanal para Chiquimula”.
En
1955 se publicó que en la cabecera vivían 567 habitantes y en todo el municipio
4735, que componían 915 familias. El
porcentaje de indígenas era 84.9 y analfabetos 88.6. No había servicio de agua
potable. Carecían de asistencia médica y hospitalario. Entre las enfermedades
endémicas se indicó paludismo. Existía una escuela urbana y dos rurales mixtas.
No había luz eléctrica, mercado ni industria digna de estímulo. Los cultivos de
la zona era maíz, con dos cosechas; frijol, maicillo y caña de azúcar. La
municipalidad consideraba problemas urgentes construcción de edificios
escolares y creación de su plan de arbitrios.
El censo 1464 dio
5847: Urbano 726 (masculino 354,
femenino 372); grupo étnico no indígena 700 (masculino 341, femenino 459);
indígena 26 (masculino 13, femenino 13). Rural 5121 (masculino 2629. Femenino
2502); grupo étnico no indígena 4943 (masculino 2523, femenino 2420); indígena
168 (masculino 96, femenino 82). Población de 7 años y mas 4371: urbano 551
(alfabetos 256, analfabetos 295); rural 3820 (alfabetos 346, analfabetos 3474).
Viviendas 1159 (urbano 161, rural 998). Asistencia escolar 137 (urbano 65,
rural 72). Se estimo una densidad de 97 habitantes por km2.
Los datos de
estadística correspondientes al VIII censo general de población del 7 de abril
1973 dieron 5852, de los cuales 3030 eran hombres y 2822 mujeres. Información
posterior indico 5851 (hombres 35, mujeres 2826); alfabetos 1230; indígenas 33.
Urbano 737 (hombres 360. Mujeres 377); alfabetos 308; indígenas 10.
El municipio cuenta con un pueblo, 11
aldeas y 10 caseríos.
La cabecera con categoría de pueblo.
Las aldeas son:
Agua Zarca
Dolores
El Carrizal
El zapote
Escalón
La Majada, con el caserío
Plan
del conejo
Las Lomas
Pueblo Nuevo
Santa Cruz, con el caserío
San Nicolás
Ticanlu, con el caserío
Jocotal
Tizubín, con los caseríos:
El ahorcado,
El Jute,
Los Molina,
Los Planes,
Los Ramos.
Accidentes
orográficos (Cerros):
Anisillo,
Coyote
Cutal
Del
Escalón
La
Paloma
Miramundo
Pipitroque
Accidentes
hidrográficos (Ríos):
San
Nicolás,
Shutaque.
En la Revista HOY EN CHIQUIMULA, páginas
24, 35 y 36, publicada en 1971 (¿?), acerca de San Jacinto, se encuentran los
siguientes datos: “El pueblo de San Jacinto, fue fundado durante la colonia,
figura en el índice de ciudades, villas y pueblos de del Reino de Guatemala,
adscrito al Curato de Esquipulas; al distribuirse los pueblos del Estado de
Guatemala para la administración de justicia por el sistema de Jurados;
adoptado en el Código de Livingston y decretado el 27 de agosto de 1836, San
Jacinto fue adscrito al circuito de Chiquimula; su fundación como municipio fue
el 11 de octubre de 1825. Por razones
que se ignoran se suprimió la municipalidad, pasando a ser un juzgado municipal
el 12 de diciembre 1883, restableciéndose el 22 de julio de 1886.
La cabecera
municipal es pintoresca, se encuentra enclavada entre serranías que forman un
bello panorama para propios y visitantes, al compas del susurro de las quietas
aguas del río Shutaque que recorre el municipio de sur a norte, dejando en su
trayectoria interesantes balnearios entre los que sobresalen las pozas:
Tronadora, Tepemechín, El Sauce , El Amate, La Flor, El Cajón, El Estiladero,
Las Lajas, El Terrero, El Comedero, El Almendral, El Guineo, El Salitre, Los
Méndez, La Tejera, El Brincadero, El Escurridero, El Níspero y el Zapote. También abunda una espesa vegetación en sus
riberas, que proporciona magnífica sombra, especial para el descanso de los ue
gustan del día campestre.
Dista de la
cabecera departamental 17 Kms. siendo asfaltado todo el proyecto. Es un lugar pacífico donde los peregrinos que
se dirigen hacia la basílica de
Esquipulas, tradicionalmente, lo toman como punto de descanso. Cuenta con una
carretera interna que conduce hacia la aldea Las Lomas donde se explota una
mina de caolín, facilitando ésta la comunicación con las aldeas Dolores, Santa
Cruz, Zapote y Agua Zarca.
La mayor parte de
sus habitantes se dedican a la agricultura, siendo las siembras principales el
maíz y el frijol, éste último bien aceptado por su calidad en el mercado
nacional; dado a su clima también se producen diversas frutas, sobresaliendo
por su comercio y abundancia el mango y el jocote colorado.
Muchas mujeres y
niños se dedican a tejer trenza de palma, que surte varias fábricas de sobreros
el país, también se fabrican petates de tule de una pieza, teja, ladrillo,
jarros, ollas y cántaros de barro
La aldea Santa
Elena perteneció a San Jacinto pero se segregó anexándose al municipio de
Chiquimula, según acuerdo del 13 de junio de 1879.
En el Periódico bimensual LA VOZ,
mayo y junio de 2013, la Cooperativa Chiquimuljá R. L., publica un reporte
dedicado especialmente al municipio de San Jacinto, el cual contiene la
siguiente información:
COMIDA:
Siendo San Jacinto un municipio en donde el
principal cultivo es el maíz, los deliciosos tamales elaborados a base de este
grano forman parte de la gastronomía típica, a pesar de ser un platillo
tradicional de las fiestas de fin de año, en San Jacinto, los elaboran
diariamente en más de un hogar; al igual que los TICUCOS, que son tamales
elaborados de solo masa con frijol molido y pepita de ayote. Y también forman
parte de la gastronomía Chinteña los molletes o torrejas y el tradicional
chilate.
TURISMO:
Cuando visite San Jacinto no puede dejar
de darse un chapuzón en las pozas de sus ríos, y visitar la Laguneta del
Carrizo, un atractivo natural del municipio; además de las pozas de los ríos El
Shutaque y las abundantes quebradas como
la de San Nicolás, Agua Amarga, El
Cimarrón, Agua Zarca, El Carrizal y el Chucte.
Especial mención merecen los cerros de San
Jacinto: El Anisillo, El Coyote, El Cutal, El Escalón, La Paloma, Miramundo,
Pipitroque, Plan del Conejo, el Zapote y el Mirador de la Cruz.
GENTE:
Carlos Humberto Cuncín Borja, músico y
fabricante de marimbas. Su gusto por la música por el instrumento nacional lo
han hecho dedicarse a la fabricación e interpretación de la marimba; cuenta que
desde temprana edad recolectaba pedazos de madera y elaboraba teclados para hacer
sonar las melodías. Ha formado parte de
varios grupos marimbísticos de Chiquimula, aunque su mayor tiempo lo ocupa para
elaborar este instrumento, siendo el único en se municipio que se dedica a
ello.
Eduardo Sagastume Calderón, baluarte en la
historia cultural de San Jacinto, conservador e impulsor de la danza de la
Caballera, la cual mantuvo activa mientras vivió. Recorrió varios lugares dando a conocer el
folclor de San Jacinto, con personas disfrazados de viejitos que danzan
alrededor de la caballera, buscando donde comer un tamalito o bien un buen
trago. En el festival Folclórico Chortì
–Jocotàn- fue homenajeado por su participación en el mismo por muchos años y
por su aporte a la cultura mutera.
El Lic. José Clodoveo Torres Moss,
Abogado, Historiador y Sociólogo escribió el folleto -12 páginas - titulado
FUNDACIÓN DEL PUEBLO DE SAN JACIANTO, Departamento de Chiquimula, el cual
publicó mecanografiado el 7 de julio de 1993; dicho folleto contiene la
información siguiente:
FUNDACION DEL PUEBLO DE SAN JACINTO
Pocos
pueblos tienen el privilegio de contar con documentos concretos acerca de su fundación y primeras
épocas de existencia. Los pueblos del
antiguo Corregimiento de Chiquimula de la Sierra , infortunadamente, carecen de estos
documentos por causas que, dada la brevedad de este trabajo, no pueden ser
consideradas. Por eso cuando el
investigador busca información sobre el particular sólo encuentra –y ello
mediante una actividad paciente y acuciosa- datos aislados, no siempre
concretos, que tiene necesidad de analizar cuidadosamente, interpretar y
relacionar, para reconstruir, aunque sea en parte, el proceso histórico de
fundación o reducción del pueblo que se desea.
Tal
es el caso del pueblo de San Jacinto, que, si no de los más antiguos de
Chiquimula, tampoco es de los más recientes. Su fundación se remonta al último
cuarto del siglo XVI o quizá antes. En
esa época los límites del Corregimiento de Chiquimula –como los de todos los
Corregimientos del Reino-, eran imprecisos e igualmente los de cada uno de los
pueblos de su jurisdicción. Las tierras
en su mayoría eran realengas, es decir pertenecían al Real Patrimonio, razón
por la cual pocos pueblos poseían ejidos y tierras propias. La ocupación y
luego la moderada composición con su Majestad eran las formas corrientes de
adquirir la propiedad agraria.
Por
esta circunstancia los indios cultivaban preferencialmente las tierras próximas
a sus poblados y, a medida que éstas empobrecían, se desplazaban hacia otras
más distantes. A fines del siglo XVI los
indios de Quezaltepeque no solo cultivaban las tierras circunvecinas a su
“poblazón”, sino que ocuparon otras llamadas de “chiotapat”, situadas entre su
pueblo y Santa Elena, a las que dieron el nombre de San Jacinto, poblándolas y
erigiendo, en sitio adecuado, una Ermita bajo la advocación del Señor San
Jacinto, que además de servir de Capilla religiosa simbolizaba la posesión
inmemorial de estas tierras.
Hasta
1610 nadie los había inquietado en su posesión; pero ese año don Esteban del
Águila, indio gobernador de Chiquimula, por añadidura “rico y favorecido”,
principió a introducirse en las tierras
de Chiotapat o San Jacinto, pastando en ellas gran cantidad de yeguas y otros
ganados, “con ánimo de poblar una hacienda”, ocasionando cuantiosos daños en
los cultivos y sementeras de sus primitivos poseedores. De nada sirvieron las gestiones que éstos hicieron ante las autoridades del
Corregimiento para detener la usurpación del indio don Esteban, pues tratándose
de un personaje de gran ascendiente entre aquellas autoridades e incluso entre
los indios de Chiquimula, poco o nada lograron en este sentido, ocurriendo
entonces a la Real Audiencia
y Chancillería, integrada entonces por
Don García de Carvajal, don Juan Guerrero de Luna y el Licenciado don
Pedro Sánchez Araque. En su queja ante
este Supremo Tribunal los indios de San Francisco Quezaltepeque expresaban : “…
que teniendo desde tiempo inmemorial a esta parte unas tierras que se llaman
San Jacinto o de Chiotapat, que demás de haberlas poseydo de algunos años a
esta parte las emos poblado y puesto en ellos una ermita llamada San Jacinto y
siempre emos en ellas sembrado nuestras milpas y sementeras, teniendo asimesmo
yeguas de nuestra comunidad, es ansí que
por parte de don Esteban, yndio gobernador del pueblo de Chiquimula, como yndio
rico y favorecido, a metido en dichas tierras mucha cantidad de yeguas con
animo y deseo de poblar una estancia, y que sea cavsa de total destrvción
nuestra y que se nos quite aquello que
poseemos y emos poseydo en quieta y pacifica posesión …” (1-2)
Aunque
esta exposición de los indios de Quezaltepeque no tiene fecha alguna, fue
planteada a principios de 1610, que los Oidores de la Real Audiencia, después
de considerarla con elevado sentido justiciero dictaron, el 10 de febrero de
ese año, una Real Provisión en los
siguientes términos “Por la cual mando a todas cualesquiera jueces y justicias que no consientan que de ninguna
manera (…) yndios del dicho pueblo sean desposeydos por el dicho don Esteban,
Gobernador, ni por otras ningunas personas de las tierras que constaren ser de
los susodichos ni les entren ni despojen dellas sin ser primero oydos y por
fuero y derechos bencidos…” (3-4)
Esta
Real resolución, que declaraba el derecho de los recurrentes, fue transcrita al
Corregidor de Chiquimula, don Gregorio Polanco, (5) para que los mantuviera en
amplia y legítima posesión; pero este funcionario, alterando el trámite que las
leyes de indias prescribían para estos casos, trasladó los autos al indio don
Esteban, permitiéndole en esta forma que justificase su arbitrariedad, después
de lo cual amplazó a los indios de San Francisco Quezaltepeque para que dentro
del improrrogable término de 20 días le presentasen el título de las tierras
que ocupaban, pues de lo contrario serían declaradas realengas; los emplazados,
obviamente, no pudieron hacerlo; pero, hábilmente dirigimos por su escribano,
presentaron nueva queja a la Real
Audiencia , tribunal que, el 3 de julio de 1610, les confirmó
la discutida posesión, mientras no resolviese en definitiva sobre el
asunto. (6)
El
documento precedente es importantísimo desde el punto de vista histórico porque
nos revela el punto de partida del proceso de fundación y colonizaron del pueblo
de San Jacinto. Adviértase cómo, en este
caso, no fueron familias españolas las colonizadoras, sino indios milperos de
San Francisco Quezaltepeque, que, en busca de nuevas tierras, se aposentaron en
el Vallecillo que actualmente ocupa el pueblo de San Jacinto, en el
departamento de Chiquimula.
En
sus primeros estadios existenciales –siglos XVII y parte del XVIII- San Jacinto
fue un pueblo predominantemente indígena, aunque es de suponerse que desde
entonces hubiesen algunos moradores españoles de los que primero “levantaron
sitios de estancia” por esos lugares.
La
fecha de fundación de este pueblo es muy difícil precisarla. Existe sin embargo un dato histórico muy
importante que puede servir para fijarla con alguna aproximación. Nos lo ofrecen los alcaldes regidores y
principales del pueblo de San Jacinto, al solicitar a don Juan Antonio Bosque y
Arteaga, Juez Subdelegado del Real Derecho de Tierras de Chiquimula, en 1757,
que les midiese los ejidos de su pueblo. (7)
Después de relatarle a este representante del Juzgado Privativo de
Tierras de Guatemala los incontables males y perjuicios que recibían de los
españoles propietarios de las haciendas circunvecinas, (8) le indicaban que: “…
nos pagan con un mal a la hora que quieren dar a un pobre, luego amenazándonos
siempre que quando se empeso a poblar nuestros antiguos era para comer carne
de cimarrones y que ellos poblaron
primero en sus haciendas que el dicho Pueblo onde se pobló ahora ciento y bein
(sic) años…” (9-10) Permítase aquí
una digresión para indicar que los indios de San Jacinto gestionaron desde
entonces la medición de sus ejidos, los que les fueron adjudicados hasta el año
de 1777, no sólo en la legua a la ronda,
sino en una extensión de 43 caballerías y 2/3, dentro de los excesos que les
habían resultado a los indios de Chiquimula. (11)
Si
hemos de dar crédito al dato de los alcaldes y regidores de San Jacinto, su
fundación debió ocurrir hacia 1633 o en época inmediata posterior; pero
como por otra parte en 1610 los indios de Quezaltepeque ya se encontraban
ocupando esas tierras y habían levantado en ellas una ermita bajo la advocación
del Señor San Jacinto, debe aceptarse, si se quiere ser exactos en la
interpretación, que fueron aquellos indígenas los auténticos fundadores del
pueblo de San Jacinto, y que cuando sus autoridades, en el año de 1757,
afirmaron haber acaecido tal hecho hacía 124 años, se estaban refiriendo,
incuestionablemente, a la llegada de los primeros colonizadores españoles.
Existe,
por otra parte, un hecho incontrovertible: el que en 1580 San Jacinto no
existía como tal pueblo, pues no se encuentra registrado en la lista de los
pueblos del Corregimiento de Chiquimula de la Sierra –uno de los primeros intentos de
delimitación de su jurisdicción territorial- , que tributaban para pagar el
sueldo de su Corregidor. (12)
Durante
el siglo XVII los moradores indígenas de San Jacinto vivían miserablemente,
pues carecían de ejidos y de tierras comunales, y las que poseían eran
infecundas y fragosas, que no les permitían desarrollarse como otros pueblos
del Corregimiento. Prueba de su
deplorable situación en que vivían durante los primeros tiempos de la época
colonial, es que de este siglo no hemos encontrado documento alguno en que
conste el monto y clases de tributos que pagaban a su Majestad, ya que
poseyendo pocos indios tributarios, éstos lo hacían conjuntamente con los de
San Francisco Quezaltepeque, circunstancia que explica por qué,
jurisdiccionalmente, dependía de este pueblo durante el siglo mencionado.
Es
hasta los primeros años del siglo XVIII que principia a ser considerado
separadamente, es decir, como pueblo independiente de Quezaltepeque. En 1721, por ejemplo, don Manuel Antonio de
Uría, Justicia Mayor de Chiquimula, cobró del pueblo de San Jacinto “separado
de Quezaltepeque”, como tributos, 26 tostones y 2 reales; (13) en 1758 se
recogieron 28 tostones del servicio del tostón; 73 tostones y 2 reales del
cacao en dinero y 224 tostones de legumbres; (14) Y, en 1790, su tributación ascendió,
globalizada, a 531 tostones y 2 reales. (15)
Las cantidades citadas demuestran que la capacidad de tributación de sus
indios era escasa, debido, como queda expuesto, a la pobreza de sus tierras.
No
obstante, en lo político-administrativo alcanzaron la jerarquía de pueblo desde
principios del siglo XVIII. En lo
religioso formó parte, desde su fundación, del curato de San Francisco
Quezaltepeque; pero al perder este pueblo la cabecera del curato y pasar a
Santiago Esquipulas hacia 1757, San Jacinto pasó a depender de éste, aunque
siempre como anexo de la parroquia de Quezaltepeque. (16)
Su
calidad de pueblo se la dio, incuestionablemente, la tenencia de Municipalidad
Indígena, la que fue sustituida en 1820 por un Ayuntamiento
Constitucional. En esta situación se
mantuvo hasta el 27 de agosto de 1836 –ya en pleno período republicano-, fecha
en que la Asamblea Legislativa
decretó la Institución
de Juicios por Jurados, dividiéndose el territorio, para la administración de
justicia, en Distritos y Circuitos.
Chiquimula formó el distrito Cuarto, quedando incluido en su circuito el
pueblo de San Jacinto. (17) Y dos años
después, el 12 de septiembre de 1839, la Asamblea
Constituyente decretó la división del territorio del
Estado en 7 departamentos, uno de ellos el de Chiquimula, con 38 pueblos, que
incluía el de San Jacinto, con 1197 habitantes. (18) Por acuerdo del 12 de diciembre de 1883 y a
petición de su propia municipalidad
quedó suprimida ésta, pasando su gobierno a un Juez Municipal designado
por el Jefe Político de Chiquimula. (19)
No habiendo obtenido los resultados que se habían previsto con esta
supresión, sus vecinos reclaman su Municipalidad ante el Poder Ejecutivo, que,
atento a este clamor, la restituye por acuerdo del 22 de julio de 1886. (20)
Al
hablar de las iglesias católicas de los
pueblos que durante la colonia formaron parte del Corregimiento de
Chiquimula de la Sierra ,
es necesario retrotraernos al épico y cuasi legendario período de la conquista
y colonización de los bravíos dominios de los chortís, a cuya etnia pertenecen los moradores indígenas del pueblo de San
Jacinto, situado a escasa distancia de la cabecera departamental de Chiquimula,
en la ruta que conduce a Santiago Esquipulas.
La
necesidad de retrotraernos a aquellas lejanas épocas, en que el aluvión hispánico
realizó su más formidable experiencia transculturativa, deriva del hecho de que
la obra de la conquista, ordinariamente realizada mediante la fuerza de las
armas y ocasionalmente con la Biblia y el Crucifijo del
abnegado misionero, estuvo inspirada en un profundo espíritu religioso y en un
evidente sentido de perpetuidad, y también, claro está, en los grandes
intereses económicos de la Corona Española ,
tan urgida de nuevas fuentes de ingresos para sus empobrecidas arcas. El
Soldado y el Sacerdote tuvieron frente a sí, desde entonces, una trascendental
tarea que cumplir, cuyas proyecciones históricas quizá nunca llegaron a
sospechar aquellos denodados conquistadores.
El uno trató de seducir mediante la espada y el arma de fuego, tan
sorprendente y efectiva entre los indígenas; y el inició la tarea más delicada
–no concluida aún- de arrancar del paganismo y la idolatría a aquéllos, con una
devoción y voluntad inquebrantables.
De
ahí pues, que cada templo católico que encontremos en nuestro diario peregrinar
por las poblaciones de la república, coloniales o no, que cada ermita u
oratorio que se empine en el vallo o se haga luz en las serranías, sea una
generosa expresión del espíritu religioso que inspiró la conquista, y que fue a
la vez elemento importante en el trasplante cultural a que ya nos
referimos. Ningún pueblo se sustrajo a
esta cristiana influencia, ya que no hubo ningún rincón del Reino de Guatemala,
por indómito o inhóspito que fuera, que no fuese visitado por el sacerdote o el
misionera.
Por
lo que toca al pueblo de San Jacinto, al que en 1972 le referimos en una
publicación del desaparecido mensuario “Presencia” de Quezaltepeque, que ahora
reproducimos parcialmente con algunas rectificaciones, basadas en los últimos
hallazgos investigativos que hemos hecho.
En aquella oportunidad dijimos que los conquistadores Sancho de
Barahona, Bartolomé Becerra, particularmente, Hernando de Chávez, Pedro de
Amalín y Alonzo de Larios y su fuerzas estuvieron cerca o de paso por las
tierras de Chiotapat –nombre que tuvieron las tierras y el valle de San Jacinto
desde la época prehispánica- pues
habiendo reconstruido con alguna aproximación el itinerario de aquellos rústicos soldados, que penetraron por el
rumbo de Ycpala y sostuvieron encarnizados combates en la Montaña de Nochán, al
norte de Quezaltepeque y a la orilla del Río llamado “La Conquista”, después
incendiaron su ranchería. (23) No han
evidencia de que lo hayan hecho en tierras de Chiotapat. Dimos a entender entonces, ante la carencia
de documentación histórica concreta, que el pueblo de San Jacinto había sido
fundado por los propios conquistadores o por colonizadores posteriores, pero
ahora estamos en condiciones de afirmar que dicho pueblo fue fundado –en rigor
histórico- por los indios de Quezaltepeque, quiénes desde tiempo inmemoriales
ocuparon, cultivaron y poblaron las tierras de Chiotapat, erigiendo allí, en
señal de posesión y cristiandad, una ermita bajo la advocación del Santo
Dominico Silesiano San Jacinto, (24) y que desde entonces estas tierras se
llamaron indistintamente de Chiotapat o San Jacinto, imponiéndose, con el
decurso de los años, el nombre cristiano.
Los propios indios de Quezaltepeque, sus primigenios pobladores,
supieron pelear estas tierras cuando, en 1610 el indio Don Esteban del Águila –comúnmente
llamado don Esteban-Gobernador de Chiquimula-, quiso usurparlas. (25) Casi siglo y medio después sus alcaldes,
justicias y principales del pueblo de San Jacinto acudieron a don Juan Antonio
Bosque y Arteaga, solicitándole la medida de ejidos, de los cuales carecían,
manifestándole que los propietarios españoles de las haciendas circunvecinas
les daban malos tratos, no obstante hacer “uso de su iglesia” para recibir los
santos oficios, ofreciendo como dato revelador, de incuestionable importancia
histórica, el de que el pueblo había sido fundado hacía 124 años. (26)
De
modo que, si hemos de dar crédito a este dato conservado documentalmente, es el
pueblo de San Jacinto fue fundado hacia 1633.
En
l610, sin embargo, los indios de Quezaltepeque expresaron que ellos habían
ocupado, cultivado y poblado desde tiempo inmemoriales las tierras de Chiotapat
o San Jacinto, levantando en ella una ermita del mismo nombre, afirmación que
nos sitúa en el caso de interpretar, con rígido criterio histórico, la
fecha de su fundación. Pensamos, sobre este importante aspecto, que
“lo inmemorial de la posesión de la tierra” y la “erección de la ermita”,
fueron dos hechos cronológicamente
distantes. Lo inmemorial de la posesión
correspondió indudablemente, a la época prehispánica, en tanto que la erección
de la ermita a la época colonial, probablemente, de los últimos años del siglo
XVI o primeros del siglo XVII, porque en el año 1680 todavía no aparecía San
Jacinto en la lista de los pueblos del Corregimiento de Chiquimula de la Sierra. (27)
Observe
el lector además, que la erección de la ermita fue una obra del período
colonial, por ende, cristiana, que sólo pudo haber sido inspirada o sugerida
por los primeros colonizadores, por algún doctrinero de los que trabajaron por
esos lugares, o, a lo mejor, -y esto resulta más lógico suponerlo- por el cura
de San Francisco Quezaltepeque de aquellos lejanos tiempos. Como quiera que haya sido, la fundación de
san Jacinto, si hemos de tomar como tal la construcción de la mencionada
ermita, puede localizarse, con cierta aproximación, en el lapso comprendido
entre 1590 y 1600.
Huelga
decir que su primera iglesia fue esta ermita, que con el decurso de los años y
a medida que la población indígena e hispánica aumentaba, resultó insuficiente
para cobijar a unos y otros, por lo que fue sustituida por otra iglesia más
amplia, de paja o bajareque, predecesora de la que se reconstruyera en
1994. En 1757, su autoridades ya hablan
de “nuestra iglesia”, refiriéndose, evidentemente, a otra iglesia, que bien
pudo ser la segunda o la tercera; pero que no fue, seguramente, la reconstruida
la fecha antes mencionada. (28)
La
iglesia que se reconstruyera entre 1993-1998 era de pequeñas dimensiones,
sencilla en su estructura y línea arquitectónicas, pobre en imaginería y
retablos, tenía sin embargo una característica histórica, que muy pocas la
tienen, cual es la de ser obra personal de un ilustre y abnegado sacerdote, que
sirvió el Curato de San Francisco Quezaltepeque desde septiembre de 1756 hasta
antes de 1785, tiempo que empleó en proporcionar asistencia espiritual a su
feligresía y levantar templos con sus propios recursos económicos. Nos referimos al padre Juan Antonio
Gallardo y Barahona, clérigo presbítero del Arzobispado de Guatemala y cura
beneficiado por el Real Patronato del Partido de San Francisco Quezaltepeque.
De
la vida de este ejemplar sacerdote muy poco sabemos, circunstancia que nos ha
obligado a seguirlo investigando sin que hasta el momento, contemos con más
datos de los que él mismo nos ofrece en su Codicilio y Memoria Testamentaria.
Por la ubicación de los bienes inmuebles –numerosos por cierto- creemos que
pudo haber nacido en Chiquimula, Quezaltepeque o Santa Catarina Mita, lo mismo
que por la frecuencia del apellido paterno, mientras que por el apellido
Barahona, puede tratarse de unos de los descendientes del conquistador Sancho
de Barahona “el viejo” o “del mozo”, pues ambos dejaron, como se sabe, numerosa
descendencia por aquellos lugares; o de aquel otro clérigo, don Antonio de
Barahona y Loaiza, que estuvo mucho tiempo al frente de la Vicaría de Chiquimula en el
siglo XVII, descendiente del conquistador, según su probanza de méritos y
servicios, cuya paleografía tenemos en nuestro poder. (29)
El
Arzobispo don Pedro Cortés y Larraz, en su visita pastoral a la Diócesis de Guatemala
durante los años 1768-1770, conoció al padre Gallardo y Barahona, de quien se
expresa así:”… De mediana edad, parece de genio muy duro y temoso.” (30) Aquel
incansable Obispo no se equivocó, pues justamente por éstas y otras virtudes
suyas, logró realizar una obra tan sólida y perdurable: las iglesias de San
Jacinto y Quezaltepeque.
Al
referirse a la construcción del templo de San Jacinto el Padre Gallardo y
Barahona no es tan claro como en el caso de la de Quezaltepeque. Expresa que este Curato ha sido de su cargo
hace 10 años y 3 meses, y como esta
información la da el 12 de diciembre de 1766, quiere decir que fue designado
para el mismo desde octubre de 1756, dando principio desde entonces a su obra
material y espiritual. Los trabajos de
la iglesia de Quezaltepeque los iniciaron ese mismo año y suponemos que poco
después hizo lo propio con la de San Jacinto.
La
cláusula de su Codicilo y Memoria testamentaria es que deja constancia
histórica de haber llevado a cabo la construcción de esta iglesia, es la
siguiente: “6.yten declaro que la iglesia de San Jacinto a sido de mi cargo
hasta hoy catorse de diciembre de mil setecientos setena y seis, quinientos
pesos un rial, y llebo gastado en dicha iglesia setecientos veinte pesos res
riales con que parese alcanzó en (…) y
maestro (…) Bene (…) así mismo (…) era alcance que remi (…) de otros de mis
días, en contra de mis iglesias, es mi voluntad no se les aga ni se les
solicite cobranza de ellas, pues en ellas lo he buscado, y por razón de oficio tengo obligación de atenderlas y en
dicho cuaderno arriba citado se hallarán las partidas de cargo y data para lo
sucesibo, y también en el libro de Cofradía de San Jacinto al fin de las alsas que he hecho para la
iglesia, declárolo para que conste. “
(31-32)
Al
momento de la muerte del padre Gallardo y Barahona, ocurrida entre 1773 y 1785,
la iglesia seguramente ya estaba concluida, porque de lo contrario hubiera
encargado su conclusión a su hermano, Bachiller Joseph Nazario Gallardo y
Barahona, como lo hizo con la iglesia de Quezaltepeque. Por otra parte, el hecho de que al redactar
su memoria testamentaria llevase gastos en ella 720 pesos y 3 reales –cantidad
estimable en aquella época tomando en cuenta las dimensiones de la iglesia- nos
está indicando que el padre Gallardo tuvo la satisfacción de verla concluida.
Esta
iglesia construida por iniciativa y la acción decidida y bienhechora de aquel
sacerdote a quien Cortés y Larraz calificara de “genio duro y temoso”, es
sencilla y sobria como muchas en Guatemala, pero es el fruto magnífico de la
profunda fe religiosa de un hombre de bien y de su feligresía, de un religioso
que entendió el evangelio en su sentido social, pues empleó sus bienes en
ayudar a los necesitados y en levantar obras
que habrían de afirmar la fe cristiana cada vez más y perpetuar su memoria en la posteridad.
Su
diseño y estilo arquitectónico, concebidos quizá por el propio sacerdote o por alarifes de Quezaltepeque o Esquipulas,
no cabe dentro de las modalidades ni líneas del renace
4ntismo
arquitectónico hispanoamericano. Es
sencilla y sobria –como ya se dijo- pero es colonial y resume la fe y el
esfuerzo de un hombre y de su filegresía.
Su frontis –su parte más sólida- está hecho de ladrillo y mezcla; su
techo de madera y teja, renovado varias veces desde la época en que se inició
su fábrica; (33) sus muros laterales y posterior de adobe y cimientos de pida y
mezcla; y su interior se dilata en una nave escasamente ornamentada.
La
primera reparación de que fue objeto parece que se le hizo en 1794, pues ese
año los indios de San Jacinto, solicitaron al Presidente de la Real Audiencia y Capitán
General, don Bernardo Troncoso Martínez del Rincón, se les auxiliase
económicamente para realizar dichos trabajos, sin que se sepa si obtuvieron la
cantidad requerida. (34)
Lógico
es suponer que posteriormente –siglos XIX y XX- fuese objeto de otras
reparaciones. Nos consta que en los
últimos años los sacerdotes Haroldo Meza (QEPD) y los RR. PP. Franciscanos
Capuchinos Luis de Ausejo y Antonio de Antequera la repararon en la medida en
que sus deterioros lo exigieron, lo mismo que el padre Rafael Pozo, de la misma
Orden. Luego se le hacen importantes
trabajos estructurales; su t`p xecho, anteriormente de teja, se sustituye por
uno de duralita, aparte de ciertos trabajos interiores y de blanqueado
exterior, que le dieron mayor solidez y vista.
CONCLUSIONES
1. La
fundación del pueblo de San Jacinto, del departamento de Chiquimula tuvo
lugar hacia 1633 o en época inmediatamente
posterior.
2. Fundaron
este pueblo los indígenas de
Quezaltepeque que reconocieron como suyas, desde los tiempos
prehispánicos, las tierras de Chiotapat, posteriormente de San Jacinto,
por lo que puede decirse que el nombre primigenio de este valle o paraje
fue el antes mencionado, de origen chortí o del viejo tronco lingüístico
mayence.
3.El
proceso de su fundación y por supuesto de su colonización arranca de esta
época, acrecentándose en la segunda
mitad del siglo XVII con familias españolas de Chiquimula, Quezaltepeque y
Jocotán.
4.Su
doblamiento arranca desde el momento en que los indígenas de San Francisco
Quezaltepeque erigieron una ermita –sin duda en el mismo lugar donde hoy
se levanta su iglesia- en señal de
posesión inmemorial de las tierras de Chiotapat, bajo la advocación de San
Jacinto, siendo esta la razón por la que desde entonces a estas tierras
también se las llamó de San Jacinto.
5.La
actual iglesia de San Jacinto fue fabricada con los propios dineros del
Padre Juan Antonio Gallardo y Barahona, cura beneficiado por el Real
Patronato del Partido de San Francisco Quezaltepeque, con el trabajo
personal de sus indígenas y la colaboración de los vecinos españoles y
mestizos.
6.Esta
iglesia debe haberse comenzado a fabricar coetáneamente con la de San
Francisco Quezaltepeque, es decir, en 1756 o inmediatamente después, ya
que para el 14 de diciembre de 1766
llevaba gastados en su fábrica 720 pesos y tres reales, por lo que, al
momento de su muerte, ocurrida probablemente entre
1773 y 1778, debe haber estado concluida, por lo que de otra manera
hubiera recomendado su conclusión a su hermano, Br. Joseph Nazario
Gallardo y Barahona, como lo hizo con la iglesia de San Francisco
Quezaltepeque.
7.Respecto
de las iglesias de San francisco Quezaltepeque y San Jacinto, debe destacarse
el hecho –relevante desde el punto de vista histórico--, de que su fábrica
fue costeada por el Padre José Antonio Gallardo y Barahona, como consta en
su Codicilo y Memoria Testamentaria, recibiendo en esta empresa la ayuda –en mano de obra sobre todo-
de los indígenas y del vecindario en general.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
(1)
Al., Leg. 6002, Exp. 52842, AGDCA.
(2)
Subrayados del autor.
(3)
Al., Leg. 6002, Exp. 52842, AGDCA.
(4)
Subrayado del autor.
(5)
Gregorio Polanco, Regidor del Ayuntamiento
de la Ciudad
de Santiago de Guatemala, casó con Ana de Chávez –encomendera del pueblo de
Chiquimula de la Sierra-
descendiente directa de Hernando de Chávez, conquistador de los dominios de
Copán Calel
(6)
Al., Leg. 6002, Exp. 52842, AGDCA.
(7)
Los ejidos eran tierras de que se dotaba a
los pueblos generalmente de nueva fundación o reducción, para uso común. Su extensión era de una legua a la redonda,
tomándose como punto de medición el centro del pueblo, aunque posteriormente
este concepto de ejido sufrió modificaciones, hasta confundirse, en ocasiones,
con las tierras comunales y las municipales.
(8)
Al., Leg. 6002, Exp. 52842, AGDCA.
(9)
Al., Leg. 6002, Exp. 52842, AGDCA.
(10)
Subrayado del autor.
(11)
Al., Leg. 6016Exp. 53017, AGDCA.
En la revista
SOMOS CHIQUIMULA, No. 4, febrero y marzo de 2001, año II, página 10 y 11 se
encuentra el reportaje titulado “San Jacinto, Un Rinconcito de Chiquimula con
una gran historia”, el cual dice lo siguiente:
“Al recorrer
Chiquimula, de Vado Hondo al Florido o de San Esteban al Sauce, Ipala, o del
Ingeniero a los Limones, Concepción Las Minas, o de Quezaltepeque a la Capital
de la Fe. Uno se enamora de su gente, de sus paisajes, de sus pequeños pueblos
y va escuchando por el camino susurros de grandes historias, de las serpientes
que cuidan sus riquezas, de los castigos a los que fornican o de la iguana que
colgada de un brazo a una rama de ceiba sostenía en el otro una burra con todo
y carga allá por la entrada al Rincón de San José La Arada: pero nada supera en
ingenio a las historias que cuentan los bordados de San Jacinto y todo el
camino que al principio hemos recorrido se puede apreciar de un solo desde el
Mirador de la Cruz.
San Jacinto fue
fundado por españoles. Los antiguos
habitantes de Quezaltepeque, usaban el lugar como sementera. El territorio era conocido como CHIOTAPAT.
Se llamó después San Jacinto y se erigió una ermita en honor a dicho
santo cuya fiesta se celebra el 17 de agosto,
según el calendario litúrgico; pero agosto… días lluviosos entorpecían las
celebraciones por lo que los chinteños acordaron celebrar la fiesta en febrero;
¿Se enojaría San Jacinto? ¡No¡ si la celebración contenía la misma devoción.
Hoy San Jacinto se
divide en 1 pueblo que es la cabecera municipal y 12 aldeas, que son las
siguientes;
TICANLÚ: Donde se
cosecha maíz, frijol, mamey, jocote, zapote, mango y deliciosos chuctes.
LA MAJADA: Donde
las frutas como el chico, el zapote, el tamarindo, el mango y el jocote dan a
sus habitantes una importante fuente de
ingresos.
EL ESCALÓN:
asentada sobre las faldas del cerro de La Campana y debido a su altura la
comunicación a las viviendas se hace or medio de gradas o escalones.
TIZUBÍN: Donde
adornan durante mucho tiempo los árboles de zubìn, que le dieron su nombre.
AGUA ZARCA: Su
nombre se debe a que hay una quebrada
cuyas aguas lucen blacuzcas por
la gran cantidad de sales minerales que poseen.
LAS LOMAS: ubicada
en la parte más alta y distribuida en tres territorios, Arriba, En medio y
Abajo.
EL ZAPOTE: Que se
divide en Zapote Arriba y Zapote Abajo, debiendo su nombre a esta fruta que se
da en el lugar.
SANTA CRUZ: Traída
desde Cuernavaca, México, el símbolo cristiano le dio su nombre al maravilloso
asentamiento que se abastece de las aguas que surgen de La Cueva del León.
DOLORES: Que
celebra su fiesta principal el 19 de marzo en honor a la Virgen de Todos los
Dolores, degustando deliciosos tamales preparados por los mismos vecinos.
PUEBLO NUEVO:
Quizá de más reciente creación, para aquellos que no quisieron quedarse donde
nacieron hicieron un pueblo Nuevo.
EL CARRIZAL: Su
nombre se debe a que antiguamente había en el sector mucha caña de carrizo.
En la RECOPILACIÓN
DE LAS LEYES EMITIDAS POR EL SUPREMO GOBIERNO
DE LA REÚBLICA DE GUATEMALA, DESDE EL 1R. DE ENERO DE 1886, A ULTIMO DE
DICIEMBRE DEL PROPIO AÑO.
RECOPILADAS POR
VIVANO GUERRA, TOMO V., página 113, se lee, referente a San Jacinto, lo
siguiente:
“Palacio del
Gobierno: Guatemala, julio 22 de 1886.
Traida a la vista la solicitud de los vecinos de San Jacinto, relativa a
que se restablezca la municipalidad de dicho pueblo, fue suprimida por acuerdo
de 12 de diciembre de 1885; y considerando que, según informa el Jefe Político
de ese departamento, no se han conseguido los objetivos que se tuvieron en mira
al dictar aquella disposición, el Presidente de la República, de conformidad
con lo pedido por el abogado Consultor, acuerda acceder a la solicitud
mencionada.- Comuníquese- Rubricado por el señor General Presidente –
San Jacinto milagroso Sacerdote dominico que nació en
Oppeln, Polonia en 1185 y atendiendo su vocación fundó conventos en Carintia,
Cracovia, Praga y Olmutz. San Jacinto
murió en Cracovia en 1257 el día de Asunción de la Virgen y desde entonces es
al patrono nacional de Polonia, llamado Apóstol de los eslavos
Cuenta con un
área aproximada de 60 kilómetros cuadrados,
que se inician, de norte a sur,
en el kilómetro 179.800 de la ruta que de Chiquimula conduce a Esquipulas entre Santa Elena
(Chiquimula) y La Majada y terminan en el kilómetro 185.600 entre El Carrizal y
Río Grande (Quezaltepeque). Y de este a oeste, se inician en El Plan del Conejo
(Escalón) y Valle la Escuela (Ticanlú) y terminan en La Laguna (Santa Cruz),
Montañuela (El Zapote), Valle Nuevo (Agua Zarca) Cerro Miramundo (Tizubín).